viernes, 13 de junio de 2014

Más, nadie, nunca



Fue el 27 de julio de 1993 en Salamanca, como la primera vez. Comenzó saltando 2,23, después 2,32 y siguió con 2,38. Entonces pidió que colocaran el listón a 2 metros y 45 centímetros de altura. Nunca nadie había saltado tanto. Ni siquiera él.

"La carrera y la batida fueron tremendas", relata el diario español El País en su crónica. "Se elevó oblicuo a la varilla, dobló la espalda y tocó el listón con la parte dorsal. Las piernas pasaron después de un extraordinario golpe de riñones. Aunque la varilla se tambaleaba, el saltador cubano estaba seguro de que no caería. Salió como un huracán de la colchoneta y se abrazó con (su entrenador) Guillermo de la Torre. Acababa de batir el récord y de recobrar todo el poderío de sus mejores días".

Esa marca de 2,45 metros continúa vigente casi 21 años después. Le han estado cerca, a un centímetro, pero todavía resiste el paso de los saltos ajenos. Es probable que algún día la superen, pero hasta ahora eso no ha ocurrido.

"Con toda seguridad no me voy a sentir bien, no lo voy a disfrutar, esa es la verdad. Pero pasarán los días y volveré a aceptar que los récords están para batirse", reconoció el propio Javier Sotomayor hace algunos meses al diario Granma.

Dos décadas después, el cubano Sotomayor (Matanzas, 1967) sigue siendo el hombre que se elevó más alto en toda la historia de la humanidad. No sólo a nivel absoluto, sino también en pista cubierta, en juveniles y panamericanos. Todos estos listones aún perduran, insuperables para el resto de los mortales.

Su primer récord mundial absoluto ocurrió en 1988 en Salamanca (España) cuando superó por un centímetro la marca capicúa del sueco Patrik Sjöeberg, al saltar 2,43 metros. Por entonces Sotomayor tenía 20 años de edad. Cuatro años antes había batido el récord mundial juvenil con 2,33 metros.

En 1989 mejoró su propia marca al saltar 2,44. Luego sufrió una lesión en un pie que lo alejó de las pistas por un tiempo. Regresó, al igual que los triunfos y las medallas. Hasta la marca imbatible. Hasta esa vez única. Ver para creer. Un hombre que viene corriendo y se eleva casi dos metros y medio sólo impulsado por su cuerpo.

En el ocaso de su inigualable carrera la misma se vio manchada por un antidoping positivo en los Juegos Panamericanos de 1999; fue el primero. En su orina se encontraron restos de cocaína. Su defensa dijo que había tomado té de coca para el dolor de estómago. Le cayeron dos años de suspensión que luego se acortaron la mitad. Regresó a las pistas y compitió hasta 2001.

Ese año, el día de su cumpleaños, luego de participar por sexta vez en un campeonato mundial de atletismo anunció su retiro. Era 13 de octubre; un buen día para que nazca un campeón.


El salto: https://www.youtube.com/watch?v=rOWoz8u1oMU

martes, 18 de marzo de 2014

Copas sobran



Era un boliche de barrio, de pueblo, de La Paz. Estaba ubicado en una esquina de Rincón y César Mayo Gutiérrez, a un par de cuadras del puente por el cual la ruta 5 vieja cruza el arroyo Las Piedras y une los dos departamentos más poblados del país. 

Era uno de esos boliches casi detenidos en el tiempo. Humo de tabaco. Truco. Tute cabrero. Algún perro en la vuelta. Los tres o cuatro parroquianos de siempre aguantando el mostrador. El Viejo Fuentes. De esos veteranos que se diría que marcan tarjeta. El Negro Chagas. De los que piden las primeras copas de la mañana y apuran las del estribo mientras el comerciante empieza a bajar la cortina. 

Nelson lo regenteó a partir de 1970, manteniendo el nombre que el lugar tenía desde más o menos una década atrás. Siete letras grandes pintadas sobre la puerta de ingreso.

El bar era lugar de reunión para el vecindario. Tenía cuadro de fútbol que competía a nivel barrial y en alguna ocasión también se animaron con el básquetbol y el vóleibol. Incluso durante un par de años -1980 y 1981- se dio el lujo de tener tablado propio. 

Nada se sabe si en aquellas lides deportivas obtuvieron algún título, ni cómo era la camiseta que lucían - si es que siempre fue la misma-, pero está claro que en aquel cuadro copas sobraban.

Hasta mediados de los '80 Néstor estuvo al frente del comercio, que luego de algunos años más terminó cerrando. 

Muchos almanaques después el nieto de aquel servidor público -purrete que se crió rodeado de aquellas mesas e historias- lo inmortalizó en una canción que resultó ser la ganadora en la categoría Mejor Canción Inédita del noveno concurso de canto latinoamericano Guitarra Negra, organizado por la Intendencia de Montevideo en 2013.


Cada vez que la toca con su grupo Paranautas aclara lo mismo, que la canción habla del bar de su abuelo, no del club de básquetbol capitalino. Es que el nombre de la canción -"Los del Welcome"- lleva a la confusión. Y sus versos también: "Y en en el estaño desfilan copas, que en cámara lenta, nublan los sueños, de los del Welcome".



pd: https://www.youtube.com/watch?v=jE6D1P4dl7g